Durante la última semana hemos presenciado dos fenómenos naturales que han dejado huellas profundas en dos países muy cercanos a mí: el doble terremoto que sacudió a México desde Morelos hasta Puebla el martes 19, y el huracán María, que bañó a presión y reacomodó todo sobre la superficie de Puerto Rico el jueves 21. El primero ocurrió en mi país adoptivo actual, el segundo en mi Isla caribeña natal.
He sentido el abrumador peso de ambos, aun habiendo vivido solo el terremoto en carne propia. Ambos incidentes han dejado, tan siquiera momentáneamente, sin aliento a ambos países – y al mundo entero. Muchos han perdido sus hogares, lugares de trabajo, manera de subsistir y, en algunos casos, la vida. He presenciado cómo la ciudadanía se ha unido para recaudar y entregar donaciones, establecer esfuerzos de rescate y dar apoyo emocional a los más afectados sentimentalmente. Sé de equipos que trabajan noche y día para restablecer servicios básicos. Y sé de muchos más que van regresando a sus labores diarias, impulsando la economía de ambos países y reintegrando algo de “normalidad” (si es que eso existe) a la psique del pueblo.
Por otro lado, también he visto cómo flotan en la televisión y el híperespacio los repetitivos vídeos e imágenes de víctimas dolidas, edificios colapsando, avenidas tan caudalosas como ríos y casas enterradas bajo árboles. He leído publicaciones de políticos que quizá debieron callar, y de ciudadanos denunciándolos. He escuchado y leído palabras como “tragedia”, “catástrofe” y “calamidad”, al igual que “fuerza” y “solidaridad”. Y, por supuesto, he visto los “memes” que nunca faltan, aportando su humor cínico a la situación.
Cada uno tiene su manera de reaccionar o responder, de plasmar lo que presencia según la actitud y palabras que elige. Lo importante es que ejerzamos nuestra capacidad de discernimiento para elegir conscientemente cómo interpretarlo – qué significado darle y a cuáles conclusiones llegar – si es que alguna (en física cuántica se dice que mientras no defines algo ese algo retiene múltiples posibilidades de cómo existir, y cuando lo defines de una manera se colapsan todas las demás, desapareciendo de tu realidad).
La actitud con la que encaramos esta situación crea el tipo de energía a través de la cual la “coloreamos”. Luego, las palabras que usamos para describirla definen nuestra prespectiva y la manera en que nos sentimos al respecto. Y estas palabras están ligadas a nuestra actitud. Ambas crean un ciclo en el que una valida a la otra. Describirnos lo acontecido como una catástrofe sería como exprimir un limón sobre la herida (nótese que al iniciar este artículo les he llamado “fenómenos naturales”). Calamidad sería interpretar lo acontecido como calamidad. Esto es lo que nos pondría en el papel de víctimas y nos causaría sensación de impotencia y desamparo – exactamente lo que algunos necesitan para aprovecharse de nosotros en estos momentos en que intentamos darle forma al caos.
Entonces, prestemos atención a las conversaciones en que participamos – externas e internas – y particularmente a cómo nos sentimos durante y al terminar:
¿Qué sensación me deja?
¿Me siento empoderado, o desamparado?
¿Me genera ganas de seguir adelante y poner mi granito de arena, o de meter la cabeza en la tierra?
¿Me da fuerzas para ayudar, o me convierte en carga para otros?
Démonos cuenta de qué enfoque estamos sosteniendo y tolerando en las palabras que decimos y escuchamos. Esto no quita el susto que pasamos ni nos devolverá lo perdido, pero nos empodera para sobrellevar las repercusiones y levantarnos, primero como individuos, luego como pueblo. De aquí es que renacerán México y Puerto Rico: de qué tipo de imagen sostengo en mi mente sobre mi país, y mi papel en él.
No siempre es fácil cambiar el diálogo interno o externo, en especial al pasar por situaciones tan desubicantes, pero es indispensable tener esto en mente para reconstruir al país en un plano más elevado que el que acaba de caer. Si me dejo llevar por el amarillismo y me permito lamentarme por lo que “es” se me hará más difícil levantarme. Peor aun, seré una carga para quienes están trabajando para levantar el país.
Me enorgullece, alegra y alivia que la mayoría de nosotros estemos sosteniendo este enfoque positivo durante estos días, boricuas y mexicas por igual. Démosle forma al nuevo país cual escultor fraguando su obra maestra. Que el fénix se levante de sus cenizas al más vertiginoso vuelo de su historia. Con nuestras herramientas bien afiladas lo lograremos, más que todas la mente.
Conscientes.
Presentes.
¡Pa’encima, mi gente!
* * *
Chekea el resto del blog. It’s bilingual. Lo puse aquí con la intención de que te haga pensar en lo importante. O mejor aún, que te incite a actuar diferente.
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